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Chema Ferrer

Sí, puede resultar extraño, pero no lo es. Los rosados de moscatel de Bodegas Teulada se elaboran ensamblando vinificaciones de garnacha junto a las de moscatel de Alejandría. Esta es una práctica habitual en los vinos rosados del sur de Francia, sobre todo en el valle de Ródano y que también ha tenido su predicamento en las costas mediterráneas de España; aquí no ha ido a más simplemente por la ya incomprensible manía del consumidor nacional en dejar a los vinos rosados en un segundo plano. Pero sepamos algom más de la bodega que ha tomado la decisión de sacar una de estas referencias al mercado, en concreto el rosado Vent de Llebeig.

La Bodega Teulada, fundada en el 1940, aglutina en torno a ella a una parte sustancial de los viticultores de la comarca de la Marina Alta. En la bodega se elaboran vinos de moscatel dulce, mistelas, vermuth de moscatel, moscatel de aguja y cavas, así como vinos secos de esta variedad blanca. La bodega es la continuadora de les antiguas organizaciones agrarias, surgidas a finales del siglo XIX y principios del XX, para defender los intereses de los agricultores del campo teuladino. El cultivo tradicional del término ha sido la viña, especialmente en la variedad de moscatel. En sus orígenes, también se elaboraba aceite de oliva en sus almazaras además de vino. Actualmente, solo se elaboran los productos derivados de la viña, sobre todo la de moscatel de Alejandría. En los últimos tiempos ha cobrado relevancia la producción de vermut a base de moscatel de Alejandría por la especial selección de hierbas y botánicos que participan en su macerado.

Vinos y vientos

La bodega inició hace algunas añadas el inaugurar una colección de vinos inspirados en los vientos que corren entre los valles y montañas que se asoman al mar. Ya hace algunos años que se embotella el Vent de Llevant (monastrell) y el Vent de Gregal (moscatel); tras ellos llega ahora el rosado Vent de Llebeig, vino seco aunque de carácter frutal a base de garnacha y moscatel. En copa muestra un atractivo color ambarino con reflejos cardenalicios. Aromas a frutos rojos y fondo cítricos, de naranjas, recuerdos a flores rojas… En boca es ligero y fresco, regusto a golosinas, acidez interesante y persistencia final. Huelga decir que es un vino perfecto para disfrutar ahora que llega la primavera.

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