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 In La Crítica

De todos es conocido, y si no ahora es momento de repetirlo, que la variedad de uva bobal es la predominante en la Denominación de Origen Utiel-Requena.

La superficie donde prosperan estas cepas supera las 24.500 hectáreas, ocupando el 75% de la superficie total del viñedo que ampara esta denominación y huelga decir que se adapta perfectamente a su clima y territorio. Esta uva se caracteriza por sus inmejorables aromas florales y de frutas silvestres, aunque por otra parte resulta muy tánica y siempre necesita llegar a la bodega con una buena maduración para poder elaborar convenientemente.

A renglón seguido se deduce que factores como la poca producción por cepa son decisivos en conseguir una buena calidad y eso se traduce en que el vino, una vez comercializado, ha de tener su precio. Ventaja comparativa con otros vinos, pues que tiene carácter propio, muy definido, y mucho más aún si se realiza un ensamblaje con otras variedades.

 

La tarea que se viene haciendo durante estos últimos años sobre la marca de la variedad está obteniendo sus frutos. En los mercados exteriores del vino ya se reconoce a la bobal como una variedad pujante entre los vinos españoles. Los resultados de las exportaciones de las bodegas lo corroboran, ya que esta es la principal salida de los vinos de la DO Utiel-Requena alcanzando un 73% de las ventas. Europa a la cabeza, luego Canadá, EEUU, Brasil, China y Japón.

Por otra parte, en el mercado interior se ha llegado al punto de saber que existen y además que poseen una calidad contrastada. Faltaría cerrar el círculo, y es que el comensal los demande ante una carta de vinos o que se interese por ellos en un lineal de supermercado o en el comercio especializado. Para mejorar esto aquí hay una baza a explotar, la de los rosados de bobal. Si hubo un rosado hispano, más allá del buen trabajo hecho por los navarros a finales del siglo XX con los rosados de garnacha, fueron y son los vinos rosados elaborados en los municipios del altiplano de Utiel-Requena desde tiempo inmemorial.

Creo que más conscientemente que de modo casual, la dirección enológica y comercial de las bodegas punteras de esta denominación están potenciando en el último lustro que llegado el buen tiempo el vino rosado de bobal ocupe el lugar que le pertenece. Además de ser un inmejorable compañero de la culinaria mediterránea, es el tiempo ideal para aprovechar todo el trasiego turístico que se pasea por las costas levantinas, tanto el nacional como el foráneo. Así, cuando retornen a sus lugares de origen, que vuelvan con el recuerdo indeleble de la variedad bobal.

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