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 In La Crítica

En el desierto gastronómico del afamado barrio del Carmen de Valencia, hay un oasis, un lugar donde se come bien. ¡Celebrémoslo!

De camino hacia el restaurante conté como seis o siete mesas de diferentes terrazas donde orondos turistas devoraban paellas grasientas de arroz bomba, decoradas con guisantes, pimientos y trozos de sepia plastificada

Viva Mascaraque es un establecimiento donde se preocupan por tres cosas fundamentales, mejor cuatro: producto, simplicidad, sabor y… buen servicio. ( esto último cada vez menos frecuente). Se puede comer de esmerado y sofisticado “picoteo” en las mesas altas de la entrada o a la carta, en el comedor del fondo. A mí me gustan las barras y las mesas informales donde el protocolo se relaja y la comida llega con más proximidad. Lo primero que recuerdo, son unas estupendas alcachofas braseadas (“torradas” decía la carta ) con rabo, como las romanas y con trocitos de alga nori también braseados ( ¡me encanta esa conjunción!) y una ligerísima emulsión.

 

Luego nos sirvieron un excelente carpaccio de presa marinada de bellota con toques exóticos, también asiáticos. La conjunción de ambos sabores, muy lograda. Se complementaban. Parece fácil pero no lo es. El maitaque en tempura con sésamos y espuma de ruibarbo adolecía de una cocción más fuerte y rápida para hacer crujiente el rebozado. El ruibarbo aporta color pero no es el complemento perfecto. Las cocochas con ajoarriero ahumado y caviar de arenque, muy conseguidas.

Tienen en la carta, atractivos platos, como una carrillera de cocción a 24h con jalapeños y anguila asada o los pimientos de el Perelló asados en leña y rellenos de “causa limeña” ( ese plato tan en boga últimamente en las cartas actuales) que espero probar en mi próxima visita…

Para acompañar esa paleta de sabores mitad nuestros, mitad exóticos pero armónicamente conjuntados, pedí un tinto que recomiendo siempre: Parotet Vermell de la Bodega Celler delRoure.

Por algo tiene un 91 puntos en Parker. Monastrell, Garnacha Tintorera y Mandó. Tres tipos de uva magníficamente “ensabladas” con una crianza de 6 meses en tinajas de barro enterradas. Único, singular.La última copa, la terminé con una tabla de quesos nacionales con ciruelas y orejones. Se agradece siempre un restaurante que cuide los quesos y los ofrezca en su carta. Esmerado servicio.

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