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A ningún valenciano le pasa por alto que Els Alforins es una tierra de postales de viñedos y buenos vinos sobre los manteles, no en vano se la compara a la Toscana italiana por lo parejo de sus paisajes y buenos vinos. Su belleza y su riqueza es tan antigua como sus tierras. Las de Clos de Lôm, ubicadas en el corazón de la Vall d’Albaida, con un legado de dos siglos y una historia reciente, dan algunos de los mejores caldos del panorama internacional.
Con el olfato de Pablo Ossorio en el equipo de enología y la avidez de Lucía Serratosa en el lado de la dirección, los sucesores de los Dupuy de Lôme han convertido su bodega en una joya, acumulando más de 28 medallas de oro en los últimos dos años. Prácticamente desde que salieron al mercado.
Recuperadas las viejas cepas de monastrell y tempranillo y apostando por varietales que con el tiempo han confirmado una magnífica adaptación al terruño de la finca, sus tintos, su blanco y su rosado, son ya un referente en la hostelería valenciana y las tiendas gourmet.
Isidra, su ultimo éxito
En todas las generaciones de los Dupuy de Lôme hubo una Isidra y una legión de mujeres dedicadas al campo y sus viñedos, por eso su ultimo éxito está embotellado con su nombre. Seleccionado en los pagos más especiales de la finca de Clos de Lôm, Isidra está compuesto de las mejores uvas de garnacha y tempranillo, vendimiadas de manera manual a primera hora de la mañana para evitar altas temperaturas u oxidación.
Isidra es un vino rojo de capa alta, intenso y muy brillante. En boca elegante y aterciopelado, con buen equilibrio y maduros bien integrados. En palabras de Lucía, “el homenaje perfecto” a las mujeres de su familia que han entregado a sus descendientes intacta la pasión por la tierra y por las cosas bien hechas.
Un rosado que es oro
Las tonalidades de los vinos dicen mucho sobre ellos y el rosado de Clos de Lôm evoca al oro rosa y a la frescura de la fruta roja. Sorprendente y moderno, es un monastrell que no deja indiferente a nadie y que marida perfectamente con casi cualquier ocasión. Su sabor es amplio, con buen peso de fruta en boca, acidez viva y fresca y un final de boca frutoso e intenso. No hace falta ser amante del rosado para disfrutar a pleno sabor de este monastrell que ha acumulado seis medallas este año y que promete ser uno de los protagonistas en la mesa de estas Navidades.